Vida en armonía

El lenguaje del corazón

El lenguaje del corazón

Muchas veces nos preguntamos si cierta decisión es la correcta y nos aconsejan que para saberlo debemos escuchar a nuestro corazón, pero, ¿cómo saber que quien nos responde es nuestro corazón y no nuestra mente? ¿Cómo podemos diferenciar uno del otro?

En la actualidad los seres humanos estamos acostumbrado a seguir los mandatos y voluntad de nuestra mente, que no es la más indicada para guiarnos en todos los aspectos de nuestra vida.

Debemos de vivir en equilibrio entre el cuerpo físico, que se representa con la mente, y el cuerpo astral y espíritu, que es el corazón. Desgraciadamente, ahora le estamos dando mayor importancia a la mente que, al estar tan sobrecargada, no siempre nos dará las respuestas justas.

Cada uno tiene su lugar

Pero, ¿de dónde viene la importancia del corazón? Quizá dirán que no es más que un órgano o solamente un músculo, pero en realidad tiene toda la facultad y la energía para dirigir un cuerpo.

Además, posee toda la fuerza para generar la energía que nos ayudará a contactar con el universo y sus seres de luz. Ello, aunado a que también saca la energía indispensable para esa otra parte nuestra, que es el espíritu, nos comunique con lo más bellos que hay a nuestro alrededor.

Es importante que se escuchen a la mente y al corazón, dependiendo de la situación; por ejemplo, si estamos con nuestra pareja y dejamos que nuestra mente nos dé las repuestas que debería de dar el corazón, entonces estaremos cometiendo un error.

En esos momentos es cuando tenemos que recurrir a lo que sentimos, a esa parte interna que vibra. De ahí que las relaciones humanas fracasen, porque en muchos casos están basadas en el cerebro.

El corazón es el único que tiene la armonía perfecta para que las personas se puedan entender y conjugar para lograr una armonía en sus relaciones.

Debemos de vivir en equilibrio entre el cuerpo físico, que se representa con la mente, y el cuerpo astral y espíritu, que es el corazón

Una mente confundida

Sabemos que nuestra mente es complicada, ya que absorbe todo lo que está alrededor, entre ello las imágenes que ve durante el día mientras caminamos, hablamos o comemos.

Aun cuando no pongamos atención a una persona, nuestra mente está capturando toda la información y procesándola, dividiendo qué información nos quedamos y cuál no.

Y luego, todavía la sobrecargamos más pidiéndole que decida las cuestiones del corazón como: "¿debo seguir o no con mi pareja?".

La mente, que está tratando de procesar el cúmulo diario de información, al ser obligada a responder buscará una respuesta entre los datos que ha almacenado durante su existencia, entonces su respuesta será "no debo seguir con esta relación por esto y esto", y tal vez sea una contestación basada en la situación de una persona lejana que nuestro cerebro tomó y que le parece algo similar a lo que queremos saber.

Así, luego se piensa: "¿Por qué tome tantas decisiones que no eran las que yo quería?", simplemente fue porque dejamos que el cerebro tome funciones que no le corresponden.

Lo malo es que la mente se acostumbra a dar siempre las respuestas y cuando queremos que el corazón nos responda, el cerebro manda la información antes de que el corazón lo haga.

"Yo sé que no te he tomado mucho en cuenta, pero quiero que me ayudes y me des las respuestas que necesito"

¿Cómo escuchar a nuestro corazón?

El primer paso para dejarnos guiar más por el corazón es conocer cómo siente. Hablémosle, no es un ser aparte, en él está todo el amor universal y será capaz de contestarnos cuando lo llamemos, pero si no le decimos lo que sentimos no será capaz de respondernos.

Un método sencillo para despertar a nuestro corazón es tomar una flor y analizar lo que sentimos, qué nos produce verla o tocarla.

En ese momento debemos de llamarle a nuestro corazón, para así romper el miedo de hablar con amor a las personas o seres que no vemos. Debemos perder esa vergüenza, nuestros ojos no lo van a ver, pero nuestro otro ser va a ver muy claramente a quién le habla.

Entonces, podemos decirle al corazón: "Yo sé que no te he tomado mucho en cuenta, pero quiero que me ayudes y me des las respuestas que necesito". Lo que él va a entender no son las palabras, sino la energía que le pongamos a nuestro llamado.

Esa respuesta que obtendremos será de nuestro corazón y notaremos que es muy diferente a las que nos da el cerebro. Con esto vamos a darnos cuenta de cómo siente uno y el otro, hasta que cada vez podamos discernir mejor qué respuesta es la que debemos aplicar en cada situación.

Es posible que veamos que las soluciones no son las que parecían más difíciles, porque siempre creemos que lo que nos va a llevar a lo que queremos es lo truculento, lo que nos hacen sufrir, cuando en realidad las cosas más sencillas son las reales.

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